Saberes como mitos, tradiciones, rezos, sanaciones, origen de los pueblos y hasta recetas de cocina, se hallan en las lenguas. Sin embargo, ese conocimiento podría perderse junto con las más de 300 opciones indígenas que se hablan en México. De ahí la importancia y urgencia de documentarlas.
Esa es la labor del Laboratorio de Lingüística del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, a cargo de Samuel Herrera Castro, quien mencionó que existen algunas que sólo tienen dos o tres hablantes.
Están condenadas a la extinción, pero antes de que ocurra se pueden documentar o, al menos, recopilar archivos para su investigación, no sólo lingüística, sino antropológica e histórica.
El Laboratorio de Lingüística
El Laboratorio es el primero de la UNAM, y pronto será el repositorio universitario de archivos lingüísticos (grabaciones de audio y video).
Utiliza la más alta tecnología para documentación, así como técnicas que permiten un registro de acuerdo con parámetros internacionales. “Eso implica que los archivos que se generen pueden ser útiles a otra institución o proyecto en el mundo”, dijo Herrera Castro.
La meta es formar corpus multimodales (archivos de audio y video, una transcripción y análisis morfológico de cada documento), una de las diferentes metodologías propuestas por el Programa DOBES (Documentation of Endangered Language) del Max Planck Institute for Psycholinguistics, de Holanda.
Hasta ahora, destacó, la mayoría de las lenguas –algunas en peligro, como la paipai (Baja California) y la tarahumara (Chihuahua)- ya están presentes en el acervo, al menos con una muestra.
Entre las más referenciadas, se encuentra la huave (Oaxaca), chuj (Chiapas), huasteca (Veracruz y San Luis Potosí), la chichimeca (Guanajuato) y la náhuatl (diversos lugares). Alguna de la información guardada es una verdadera joya, como la base de datos de las “Áreas dialectales del náhuatl moderno”, de Yolanda Lastra; las grabaciones de zapoteco de Yalálag (Oaxaca), de Juan José Rendón, y otros forman parte de proyectos externos, como el Archivo de Lenguas Indígenas de México, de El Colegio de México.
Este espacio universitario tiene convenios con instancias como la Escuela Nacional de Antropología e Historia, para tener copias a resguardo de los archivos.
Además, se cuenta con el apoyo de estudiantes; “imparto la clase de Metodologías y técnicas de la investigación lingüística, donde los alumnos que van a campo también hacen recolección, sobre todo de las que están poco evidenciadas”.
Una sola grabación puede servir para múltiples investigaciones: análisis acústico, fonológico, morfológico, sintáctico o pragmático. “En términos materiales o físicos tenemos alrededor de 800 archivos en formatos originales; prácticamente ya todo se encuentra digitalizado y se podría medir en gigabytes”, comentó.
El proceso de recopilación incluye trabajo de campo de entre 15 días y varios meses, tiempo en el que se trata de buscar a los hablantes fluidos para sustentar conversaciones y hacer registros de calidad en audio y video, y que los parámetros sean los más adecuados.
Así se recuperan mitos, historias personales y del pueblo, nombres de lugares, de plantas y animales, con la idea de tener la lengua en contexto y uso.
Luego, la información se procesa “en escritorio”. El archivo de audio se transcribe con un alfabeto fonético para representar los sonidos; en caso que la lengua cuente con su sistema ortográfico, se hace con él, explicó.
Proyectos
El Laboratorio de Lingüística del IIA ha brindado asesoría, entre otras instancias, al Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. Actualmente, está ligado a otros proyectos, uno es el llamado Spatial Languages and Cognition in Mesoamerica, dirigido por Jürgen Bohnemeyer, de la Universidad de Buffalo, Estados Unidos.
Nuestra participación consiste en proveer datos sobre sistemas de referencia espacial en huave. Aplicamos estímulos preparados para generar informes sobre la cognición lingüística, es decir, métodos de la tipología semántica a un área, en este caso “la representación del espacio, para tener descripciones comparables de un fenómeno y conocer cómo funciona la cognición humana”.
Hace dos años inició la primera etapa del “Mesospace”, y en este 2011 comenzó la segunda, donde estarán presentes el purépecha, de Michoacán; sumu-mayangna, de Nicaragua; seri, de Sonora; zapoteco, del Istmo de Oaxaca; tzeltal, de Chiapas; japonés; otomí, de Querétaro; yuracaré, de Bolivia, y mixe, de Ayutla, Oaxaca, entre otras.
Otro proyecto refiere al discurso musical huave, junto con Roberto Campos, de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. La música de ese grupo étnico se reconoce como una de las más tradicionales y autóctonas de nuestro país; la idea es conocer cuál es la estructura de los ritmos y el discurso alrededor de ella, entre otros factores.
También, se trabaja en la normalización de los sistemas de escritura. Con la gente de las comunidades se hará un estándar de la lengua escrita, entre otros planes, finalizó Herrera Castro.