Utilizar los bosques para reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) que dañan la atmósfera y minimizar así los efectos del cambio climático en la Tierra es una estrategia de mitigación que se impulsa en varios países, con la unión del esfuerzo de académicos y campesinos locales, para lograr un beneficio global.
En esta corriente se inscribe el trabajo de Margaret Skutsch, académica del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) de la UNAM, quien inicia la capacitación de comunidades ejidales del norte de Michoacán y sur de Jalisco, para que los lugareños aprendan a medir la capacidad de captura de CO2 que tienen los ecosistemas en los que viven, y reciban un pago por conocer qué cantidad de ese contaminante se puede absorber.
Estrategia de REDD
La investigadora inglesa, adscrita desde hace tres años al CIGA en el campus Morelia de la UNAM, suma tres décadas de experiencia en su labor, desde la Universidad Twente de Holanda, con colectividades rurales de África y Asia.
“Mi área de estudio es con las comunidades, y en México, existe la facilidad de realizar este trabajo con campesinos y grupos indígenas, dueños de los ejidos donde se ubica el 80 por ciento de los bosques”, señaló.
La actividad de Skutsch se inscribe en la iniciativa internacional REDD (siglas en inglés de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques), creada en la Conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático por una coalición de países con bosques tropicales, ante la necesidad de adoptar medidas para reducir las emisiones contaminantes y detener la destrucción de ecosistemas capaces de capturar el CO2 que daña la atmósfera.
Dentro de ella existe el capítulo denominado REDD+ (o plus) que promueve actividades en comunidades rurales e indígenas asociadas a los bosques. La idea es que sean las encargadas de mejorar esos ecosistemas y aumentar la cubierta forestal, resumió.
Para lograrlo, promueve políticas de financiamiento que se convierten en un incentivo para los comuneros, que reciben un pago de esa iniciativa internacional si aumentan la captura de carbono y detienen la tala de esos entornos.
REDD es un mecanismo para promover el desarrollo sostenible; para ponerse en marcha requiere la aceptación del gobierno federal y la medición constante y estadística de la captación de ese elemento, labor en la que se involucra a los ejidatarios, precisó Skutsch.
Con este proyecto piloto, a desarrollarse en 15 ó 20 comunidades del municipio de La Huacana, en Michoacán, y de la Cuenca del Río Ayuquila-Armería, en Jalisco, se pretende demostrar que esta estrategia beneficia a todos, así como propiciar la participación de México en esta iniciativa de mitigación con beneficio social.
Mapas de árboles
El proyecto –que cuenta con la colaboración de tres estudiantes de doctorado y un postdoctorado del CIGA— implica calcular la cantidad de CO2 contenida en un árbol a través de un método no destructivo.
Para tener esa información, se realiza una estimación de la biomasa del tronco, con el cálculo del volumen de carbono a partir de mediciones directas en el campo, donde se calcula el número de árboles por hectárea, se mide diámetro y altura de cada uno, y se determina la cantidad de ese elemento químico, a partir de la regla que señala que un tronco maduro contiene 50 por ciento de CO2.
“En el campo se necesita un mapa del bosque, conocer el área exacta con el número de árboles por hectárea. Es posible con máquinas simples, como un sistema de posicionamiento global (GPS), un teléfono inteligente y una computadora con una base de datos que haga los cálculos con ecuaciones que ya están en el equipo”, explicó.
Con ese objetivo, los científicos capacitan a cuatro o cinco personas de cada comunidad, quienes realizan las mediciones y el monitoreo de la cobertura vegetal.
Necesitan ayuda para identificar muestras dentro del ecosistema, pues la cantidad es difícil de determinar, y para eso se les proporciona asistencia técnica. Ellos miden los árboles con una cinta métrica, luego, integran la información a una base de datos, creada especialmente con ecuaciones, y hacen los cálculos en una computadora, detalló.
La información estadística revela cuánto carbono hay capturado en el bosque. Esta medición se hace cada año, durante un lustro, tiempo indispensable para evaluar la biomasa.
Con esos datos, los campesinos aprenden formas de mitigación y conservación y obtienen recursos económicos, pues el sistema internacional REDD paga si hay aumento en la captura de CO2, finalizó.