Más del 80 por ciento de los elementos que conforman la tabla periódica son metales, y el ser humano no puede vivir sin ellos. Sin embargo, uno de los procesos que más daña al organismo, la contaminación, implica su presencia en el ambiente.
Uno es el vanadio, como producto de desecho de la combustión de gasolinas y la refinación del petróleo; además, se utiliza en pinturas, aleaciones, industria aeroespacial, como suplemento alimenticio, e incluso, se han propuesto algunos fármacos.
Mario Agustín Altamirano Lozano, académico-investigador de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM, ha encontrado que algunos compuestos, como el trióxido, tetraóxido y pentaóxido de vanadio, provocan alteraciones cromosómicas, básicamente rupturas de las cadenas del ADN; retrasan o modifican la división celular, y producen estrés oxidante. Se sabe que los radicales libres son dañinos para las biomoléculas, en particular, para el ADN.
El coordinador de la Unidad de Investigación en Genética y Toxicología Ambiental, explicó que en el laboratorio trabajan con modelos biológicos in vivo (básicamente ratones) para saber qué sucede o podría ocurrir en nuestra especie, e in vitro, “a base del cultivo de células humanas, en particular linfocitos”.
Con estas indagaciones, explicó, han detectado que en la fase embrionaria fetal, ocasionan malformaciones, como acortamiento de extremidades, defectos de cierre del tubo neural, un menor desarrollo, tamaño mermado al nacer, y modificación de la osificación (proceso de creación de nuevo material óseo por las células llamadas osteoblastos).
En cuanto a las células germinales, se altera la viabilidad de los espermatozoides, lo que implica una disminución en las tasas de fertilidad; también, provocan rupturas de cadena de ADN en el esperma; es decir, el vanadio tiene determinados efectos sobre el organismo de esos animales.
El universitario reconoció que no hay mediciones oficiales de las concentraciones del elemento en el medio ambiente, porque aún no alcanza niveles importantes; sin embargo, están en un proceso de acumulación. Hay estudios que revelan que el organismo, especialmente los pulmones, lo acumulan y por ende, aumenta con el tiempo.
Altamirano Lozano recalcó que si bien la situación no es alarmante, va en ese camino; actualmente no se presta la atención requerida, pero es indispensable hacerlo, pues en México el petróleo ocupa el segundo lugar en concentración del metal en el mundo, sólo superado por una nación árabe.
Petróleo y gasolina
En el proceso de refinación del petróleo, uno de los productos de desechos es el pentóxido de vanadio, su forma más tóxica. Si bien se utiliza en la industria para fabricar infinidad de cosas, la gasolina contiene una alta concentración, remarcó.
Hasta el momento, existen uno o dos reportes de medición en la Ciudad de México, pero los niveles todavía están dentro de la norma. No obstante, es posible encontrarlo en agua, aire y alimentos como hongos, cilantro y granos.
Asimismo, añadió que una vez que esos productos concentran vanadio, no hay manera de que lo pierdan. Hablamos de una ingesta, en promedio, de unos 16 microgramos por día, que es considerable.
Las pruebas realizadas en ratones son comparables a la exposición del ser humano en condiciones de contaminación elevada, similares a las que se han reportado en algunas atmósferas de urbes del mundo.
Por ello, apuntó, se toman en consideración los datos referentes reportados en la literatura, y hacemos cálculos para tratar a los ratones. Se busca que sean niveles similares a las exposiciones ambientales del humano, es decir, unos cuantos microgramos.
Con los resultados, el académico y su grupo de colaboradores han publicado artículos en revistas de primer nivel en la materia como Mutation Research, Cell Toxicology, y Toxicology and Environmental Health, entre otras, que tienen un factor de impacto importante, y la mayor parte de la comunidad científica puede acceder a ellas.
En el estudio, que iniciaron hace poco más de dos décadas, colaboran profesores de tiempo completo y de asignatura, estudiantes, prestadores de servicio social, así como tesistas de licenciatura, maestría y doctorado.
La información generada en el laboratorio sirvió para que, en 2003, el equipo se presentara ante la Agencia Internacional para Investigación en Cáncer (IARC), en Lyon, Francia, para comentar que el pentóxido de vanadio es un probable carcinógeno para nuestra especie.
Eso conllevaría a que la industria tuviera que regular la emisión de contaminantes al ambiente, el manejo del elemento y la exposición de los trabajadores, así como mejorar la combustión de las gasolinas.
“Lo importante es tener información suficiente para estar mejor protegidos. Si decimos que no pasa nada, o no tiene efectos, no nos preocupamos, pero si produce daños, se debe evitar que llegue a las personas. Buscamos aportar, de la manera más objetiva posible, datos para evaluación de riesgo”, concluyó.