Un grupo de investigadores del Instituto de Tecnología de Massachussets y la Universidad de Columbia acaba de establecer, por primera vez, que la gran extinción de finales del Triásico, hace unos 200 millones de años, coincide en el tiempo con una serie de «mega erupciones» volcánicas que arrojaron a la superficie más de tres millones de km. cúbicos de lava. Entonces, y en un lapso de unos pocos miles de años, desaparecieron la mitad de las especies que poblaban la Tierra. El estudio aparece publicado en el último número de Science.
Los científicos la conocen como la cuarta gran extinción. Sucedió hace unos 200 millones de años, en la frontera temporal entre el Triásico y el Jurásico y causó la desaparición del 50% de las especies vivas del planeta. Cuando el mundo empezó a recuperarse, fue la estirpe de los dinosaurios la que ocupó los nichos ecológicos que habían quedado vacíos tras la catástrofe. A partir de ese momento ellos, los dinosaurios, heredaron la Tierra y dieron comienzo a un reinado de 135 largos millones de años que no terminaría hasta que sobrevino otra gran extinción, la quinta, hace 65 millones de años.
Y si bien todo el mundo está de acuerdo en que la quinta gran extinción tuvo mucho que ver con la caída de un meteorito de unos diez km. de diámetro, las cosas no están tan claras con respecto a la cuarta. Los científicos, de hecho, no terminan de ponerse de acuerdo sobre su causa y son varias las teorías que intentan explicar lo que sucedió.
Ahora, y tras examinar durante años numerosos yacimientos desde Estados Unidos al Norte de Africa, un grupo de investigadores ha conseguido enlazar la abrupta desaparición de la mitad de las especies que poblaban la Tierra hace 200 millones de años con una serie de gigantescas erupciones volcánicas. Erupciones que causaron cambios climáticos tan drásticos y rápidos que la mayor parte de las criaturas, sencillamente, no consiguieron adaptarse a las nuevas condiciones.
No es la primera vez que se intenta relacionar un episodio de extinción masiva con un periodo de intensa actividad volcánica. Sin embargo, hasta ahora no había sido posible establecer una relación temporal directa entre los depósitos minerales dejados por esas «mega erupciones» y las catástrofes biológicas. O, dicho de otro modo, nadie había conseguido demostrar que esas extinciones masivas coincidían en el tiempo con las erupciones volcánicas.
Ahora, un grupo de investigadores del Instituto de Tecnología de Massachussets y la Universidad de Columbia acaban de publicar en Science un estudio que proporciona la fecha más precisa que se tiene hasta ahora de aquella gran extinción masiva (201.564.000 millones de años) y demuestra que coincide casi exactamente con un flujo masivo de lava procedente de las entrañas del planeta. «Esto quizá no responda a todas las preguntas sobre el mecanismo exacto de la propia extinción -asegura Paul Olsen, geólogo de la Universidad de Columbia y coautor del artículo- pero la coincidencia en el tiempo con el vulcanismo está prácticamente demostrada».
El nuevo estudio reúne evidencias de trabajos anteriores y las reinterpreta a la luz de las nuevas técnicas para la datación de rocas. El autor principal de la investigación, Terrence Blackburn, utilizó, en efecto, el decaimiento de los isótopos de uranio para llegar a la datación exacta del basalto, un tipo de roca dejada por las erupciones. El basalto analizado en el estudio procede de la Provincia Magmática del Atlántico Central (CAMP), una serie de erupciones masivas que comenzaron hace cerca de 200 millones de años, al mismo tiempo que casi todas las tierras emergidas del planeta se agrupaban en un único y enorme supercontinente.
Cuatro súbitas oleadas
Aquellas erupciones arrojaron a la superficie más de tres millones doscientos mil km. cúbicos de lava en cuatro súbitas oleadas y en un intervalo de pocas decenas de miles de años, dando origen a una grieta en el supercontinente que, con el tiempo, terminó por convertirse en el actual Océano Atlántico. Restos de aquella inmensa colada de lava se encuentran, hoy, repartidos entre las dos américas y Africa.
Otros estudios habían sugerido ya la existencia de una relación entre las erupciones de CAMP y la cuarta gran extinción, pero hasta ahora las dataciones de los basaltos tenían un margen de error demasiado grande, entre uno y tres millones de años. Los métodos aplicados por Blackburn, sin embargo, reducen ese margen a unos pocos miles de años, una cantidad de tiempo que, en la escala de la Geología, equivale a un simple parpadeo.
Blackburn y sus colegas demostraron que la primera gran erupción se produjo en lo que hoy es Marruecos y que las dos siguientes, en las actuales Nueva Escocia y Nueva Jersey, llegaron 3.000 y 13.000 años después, respectivamente.
Así, y en apenas unos pocos miles de años, las condiciones del planeta se fueron deteriorando debido a una serie de «golpes» volcánicos sucesivos que envenenaron la atmósfera y cambiaron el clima para siempre, llevándose por delante a los últimos grandes anfibios y a una buena parte de los reptiles que por aquél entonces dominaban el mundo.