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LA PULGA QUE SE ALIMENTABA DE DINOSAURIOS

Investigadores de la Universidad de Pekín han encontrado en China el fósil de una nueva especie de pulga, de 125 millones de años, denominada “Saurophthyrus Exquisitus”. El estudio, publicado en la revista “Current Biology”, revela que este parásito tenía boca y cuerpo más pequeños que las pulgas gigantes, aunque más grandes que las actuales. Esta nueva especie puede explicar la transición de estos seres.

El pasado año, el equipo dirigido por Chungkun Shih, de la Universidad de la capital china, descubrieron el resto fósil de pulga más antiguo conocido hasta ahora. Estos parásitos, conocidos como “Pseudopulicidae”, databan de hace 165 millones, y fueron localizados en el noreste del país. Estos insectos tenían hasta dos centímetros de largo, un aparato chupador en forma de sierra, genitales externos, ojos reducidos y antenas cortas.

“Las pulgas de entonces necesitaban una herramienta especial para cortar a través de la gruesa piel para llegar a la sangre, y que el anfitrión no se enterase”, explicó Shih. Sin embargo, las pulgas de hoy en día poseen cuerpos de cinco a diez veces más pequeños, bocas más reducidas y piernas más largas para saltar.

Exquisitus-Saurophthyru

El equipo de Shih se hallaba trabajando en la misma región de los hallazgos del pasado año cuando descubrieron tres ejemplares de la nueva especie, “Sauropthyrus Exquisitus”. El tamaño llega a un centímetro, el tubo de succión es más pequeño y con dientes menos feroces que su antepasado.

Picar con disimulo
Los científicos creen que la configuración corporal estaba dirigida a alimentarse de dinosaurios de piel gruesa. Es decir, que la perforación de la piel constituía su principal desafío. Las pulgas evolucionaron al son de los animales de la época. Los pterosaurios que habitaban la misma región durante ese periodo del Cretácico tenían una piel más fina. Conclusión: el “Sauropthyrus Exquisitus” se adaptó para que sus picaduras fueran menos dolorosas y su presencia más difícil de detectar por el anfitrión.

“Las cerdas de su cuerpo pudieron ayudar a estas pulgas a aferrarse al animal del que se alimentaban. Y las piernas más largas y los genitales internos quizá permitieron mayor capacidad de salto”, comenta Shih. “El nuevo descubrimiento sugiere que los parásitos evolucionaron al tiempo que sus anfitriones en la manera de chupar la sangre y en las habilidades para esconderse. Los pterosaurios tenían la piel más delgada y sensible, lo que obligaba a las pulgas a tomar su alimento de manera más discreta. Además, las pulgas evitaban con sus saltos los posibles golpes mortales”, dice Shih.

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