Residuos vegetales en ollas revelan el uso de especias en la cocina prehistórica en el norte de Europa, según un estudio publicado en la revista de acceso abierto ‘Plos One’ por Hayley Saúl y otros compañeros de la Universidad de York, en Estados Unidos.
En concreto, han detectado que las sociedades de aquella época usaron una especie de mostaza para dar sabor a la carne. Restos ennegrecidos hallados dentro de los fragmentos de cerámica estudiados contenían residuos de cuerpos de sílice de plantas microscópicas, llamados fitolitos, que se asemejan a los encontrados en las semillas de mostaza de ajo de hoy en día, es decir, una especia de mostaza con sabor a pimienta.
La mostaza de ajo tiene poco valor nutritivo, pero los fragmentos también contenían residuos de grasas de una serie de animales marinos y terrestres, así como alimentos de origen vegetal ricos en almidón, lo que sugiere que la especia se utilizaba para dar sabor a estos alimentos.
Los fragmentos de cerámica, que tienen al menos 6.100 años de edad, fueron recuperados de sitios arqueológicos en Dinamarca y Alemania y pertenecen al periodo en el que los hombres prehistóricos realizaron la transición de un estilo de vida cazador-recolector a la agricultura. Aunque la hierba del ajo está presente a nivel local, no está claro si la práctica de su uso como especia se originó en la zona del Báltico occidental o se deriva del Cercano Oriente y se trajo a la región.
Independientemente de los orígenes de la práctica, el estudio concluye que «el análisis de los microfósiles de esta planta ha abierto una nueva vía en el estudio de la práctica culinaria prehistórica en los climas templados del norte de Europa. Además, se ha establecido que el hábito de mejorar y alterar el sabor de alimentos básicos ricos en calorías fue parte de la cocina europea ya en el séptimo milenio antes de Cristo».