En medio de una ceremonia prehispánica que impregnó el aire con el aroma del incienso, disolvió el silencio con el llamado del caracol a los cuatro rumbos del universo y despertó el ánimo de los centenares de asistentes con un contundente y armónico Huehuetl, se llevó a cabo la reforestación en un paraje del cerro de Jumiltepec, ubicado en la comunidad de Atlacholoaya.
Fueron mil árboles, entre Casahuate, Syrian y Bonete, los que plantaron alumnos de Bachilleres 12, de la secundaria Calmecatl, público en general y funcionarios de diversas áreas del ayuntamiento de Xochitepec, respondiendo así al llamado de la dirección de Ecología y Medio Ambiente que fue quien organizó este gesto masivo de retribución a la naturaleza .
Alejandra Carreón Vázquez, directora de ecología, a nombre del presidente municipal de Xochitepec, Rodolfo Tapia López, dio la bienvenida a los asistentes y al grupo de danzantes “Calpulli”, quienes llegaron vestidos de manta bordada, con tocados de pluma, marcando sus pasos con el peculiar sonido que producen las semillas entretejidas en sus tobilleras.
“…vamos a pedir a los cuatro vientos, -dijo el guía del grupo- vamos a pedir a los cuatro elementos, los vamos a invocar y aquí nos vamos a manifestar para que nos den la sabiduría, la inteligencia, el amor, la conciencia, sobre todo la voluntad para que lo que hoy hagan –refiriéndose a la reforestación- los cuiden y lo conserven, ¡Ometeotl!…”
Luego vino la petición, la solicitud del permiso para realizar la reforestación, hablaron a los cuatro rumbos del universo, primero al lugar de luz donde habita Quetzalcóatl, luego donde viven las abuelas guerreras, posteriormente al lugar de reposo donde vive el señor del espejo humeante y el último punto, el sitio donde habita el colibrí zurdo. También dirigieron su petición al Cenit, al corazón del cielo, el lugar donde existe la armonía y el equilibrio, finalmente, al Nadir, hacia abajo, hacia el rostro de la misma Tierra, nuestra madre, donde ellos ofrendaron los pasos de su danza.
El guía del grupo “Calpulli” pidió a los asistentes colocar las rodillas en el suelo, poner las manos directamente sobre la tierra húmeda, sonó el Huehuetl y su ritmo fue una resonancia viva en el piso que todos tocaban. “Sientan, agradezcan” decía el guía de la ceremonia.
Luego Márcela Álvarez del Castillo, antropóloga y directora del área de Cultura en Xochitepec, además experta herbolaria y temas prehispánicos, tomó la palabra y dijo a manera de reflexión, pero con voz contundente:
“…venimos con respeto a un espacio sagrado, no es cualquier cosa, lo que estamos haciendo es parte de nosotros mismos, soy yo un poco cuando hago una acción como estas, no vale poner obligadamente la rodilla en la tierra, debo de pensar un poco más, quiero hacer énfasis en el Tamoanchán, es el árbol sagrado entre los mexicas, es aquel que se rompió y sangró para que otros siguieran avanzando, somos afortunados porque esta tierra es el origen del Tamoanchán entre los antiguos mexicanos era el lugar donde venimos, donde descendemos; el lugar a donde nos vamos es el Tlalocan, después del tiempo en la tierra vamos al Tlalocan; mientras, estamos o venimos del Tamoanchán de sembrar algo de nosotros; ese sembrado es simbólico, es algo único: si sembramos mal, crece mal, si sembramos chueco, crece chueco y evidentemente, si sembramos chueco y crece chueco, cosechamos chueco. Hay que tener un poco de conciencia, -finalizó diciendo-hay que pensar, cuando estamos llevando otro ser vivo a la tierra”.