Hoy los olores, sabores, sonidos se conjuntaron para dar vida a las tradiciones mexicanas del día de muertos, las ofrendas coloridas adornadas con flores, comida, cerveza, cigarros y todo aquello que degustaba de quienes se nos adelantaron en el camino se hizo presente.
Las bandas sonoras de marchas fúnebres retumbaron por las principales calles de Cuernavaca donde alumnos del colegio militarizado “Cristóbal Colón” como cada año celebraron a la catrina a la calavera garbancera de José Guadalupe Posada aquella que quedó para ser inmortal en la mente colectiva de los mexicanos.
Hoy fue recodado este grabador, ilustrador, caricaturista y artista hidrocálido porque en sus trabajos plasmó la burla al finito de todo de todo ser humano, la muerte. Aquella que bailaba al son de la marcha fúnebre de Fredereick Chopin (chopan en la pronunciación mexicana).
Al paso de una carrosa fúnebre que se abre pasó ante los atónitos visitantes y curiosos aparece la tan ansiada muerte que dirige sus pasos al Mictlán donde tendrá que regresar en próximas horas después de convivir con los vivos que como diría Borges “La Muerte es una vida vivida y la vida es una muerte que viene”.