*** Los documentos investigados por Laura Hinojosa se refieren a la tributación del Valle de Tlaquiltenango
*** El estudio fue publicado en el libro Quince códices en la memoria de un convento
Un importante corpus de códices realizado hace más de 450 años, que hace referencia a la tributación del Valle de Tlaquiltenango, hoy Morelos, fue identificado en su totalidad por la especialista Laura Hinojosa, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), luego de un arduo cotejo de los fragmentos de este acervo, dispersos entre México y Estados Unidos.
La investigación de este acervo, compuesto por 15 códices fragmentados en 345 piezas que se localizan en el ex Convento de Tlaquiltenango, así como en la Biblioteca del Museo de Historia Natural de Nueva York, forma parte del libro Quince códices en la memoria de un convento, presentado recientemente por la restauradora.
La experta del Centro INAH Morelos resaltó que los códices, elaborados entre 1525 a 1569, son de gran relevancia pues en el estado sólo existen otros dos: el de Moctezuma y el del Marquesado del Valle. Además los realizados en Tlaquiltenango fueron pegados a los frisos del claustro bajo del convento, un hecho poco común.
“Esta situación se debió probablemente a que los frailes franciscanos querían proteger el legado indígena o bien intentaban esconderlo, porque estos documentos ponían de manifiesto que los encargados del convento también eran beneficiarios del tributo de los pueblos vecinos”, indicó.
Los códices fueron divididos en 1911 cuando el ingeniero Juan Reina, dueño de las tierras en las que se encontraba el recinto, vendió 135 fragmentos por dos mil dólares al Museo de Historia Natural de Nueva York.
La experta comentó que los fragmentos que se encuentran en dicha ciudad están en bodega, pero están muy bien conservados en los cartones amarillos en los que fueron pegados con cola por el arqueólogo Herbert Spinden, quien los desprendió a petición del ingeniero Reina.
“Así que me di a la tarea de estudiar los fragmentos que están en NY y los adheridos en el claustro bajo. Realicé una especie de rompecabezas y al final resultaron 15 códices que fui identificando por el tipo de glifos y de representación de los tributos. También se tienen algunas genealogías y documentos escritos en náhuatl y español, y una serie de partituras con cantos en latín”, aseveró la restauradora.
Todos los códices fueron hechos en papel amate y papel europeo con pictografías en negro, rojo y azul, sin variaciones de tonalidad. Estos documentos los elaboraron indígenas que muestran los tributos que entregaban. “Encontramos glosas en las que se dice lo que pagaron a los representantes del templo, al Marqués del Valle o a los encomenderos, aunque no hay muchas cosas escritas”.
Laura Hinojosa explicó que el Códice 1 está formado por cuatro genealogías. “Sólo una de ellas se conserva completa y las otras tres son apenas un fragmento. La forma y composición en que fueron realizadas las figuras tienen carácter prehispánico: los cuerpos se presentan sentados de perfil volteando hacia el lado izquierdo y todos tienen el mismo tipo de rasgos. Además, la mayor parte de las figuras masculinas tiene asociado un elemento que puede ser el nombre de la persona o del pueblo al que pertenecía”.
En tanto que los códices 2, 3, 4, 7, 8, 11, 13, 14 y 15 son de tributos y contienen pictografías, en las cuales se observan personajes, tipos de productos tributados, símbolos calendáricos, símbolos toponímicos y antroponímicos.
Los códices de tributos con pictografías y escritura latina en náhuatl y español son los números 5, 6, 9 y 10. El códice 12 trata de posibles censos y pago de tributos por servicios, con pictogramas y algunos fragmentos con escritura en náhuatl.
La especialista señaló que en los diferentes códices de Tlaquiltenango se pueden ver los productos que tributaban los indígenas de la región en el siglo XVI, como son monedas, mantas, aves, maíz, leña y servicios personales.
Otros géneros que tributaban los indios de la región eran las mantas. Tlaquiltenango era una zona económicamente importante en el periodo prehispánico y siguió siéndolo en el periodo colonial, por la producción de algodón y otros bienes agrícolas.
“Las mantas están representadas en el Códice 8 y son de cuatro tipos. Las lisas, que se encuentran en mayor cantidad, son las llamadas quachtli y se utilizaban como moneda, siendo azules o blancas”, dijo la especialista.
Los indios también entregaban otates, caña, hierba para los caballos y algunos animales como aves de corral. “Por las pictografías, podrían tratarse de gallinas comunes, gallinas de castilla o guajolotes. En uno de los fragmentos del códice 10 está escrita la palabra “guajolote”, por lo que en este códice la identidad de las aves representadas parece clara”.
En el códice 9 se tienen glosas en náhuatl, las cuales al hacer la traducción al español revelan que los guajolotes eran entregados por los principales del pueblo a los encargados del templo. Sin embargo, en otro fragmento está escrita la palabra “marqués” y el nombre de Juan, por lo que es posible que estas aves también hayan sido entregadas al Marqués del Valle.
En los códices de Tlaquiltenango aparecen varios símbolos calendáricos asociados a las fechas en que se pagaban los tributos, las cuales se basaban en las fiestas indígenas.
En cuanto a los sujetos que caracterizan a los tributarios –agregó la investigadora, están representados por cabezas humanas de perfil que personifican a individuos masculinos de edad madura, con peinado corto, sin adornos, por lo que se presume que eran gente común o macehuales.