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Realizan en la UNAM primer estudio sobre uso de fármacos hipertensivos en la CDMX

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En México la hipertensión arterial es la séptima causa de muerte específica y más del 31 por ciento de la población es hipertensa, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012. Además, por un mal control esta patología se asocia al 11 por ciento de los casos de enfermedad isquémica (que provoca 59 mil 579 defunciones al año) y al seis por ciento de la enfermedad cerebrovascular (con 30 mil 212 decesos).

Pero ¿quiénes son hipertensos y cuántos están controlados? ¿Qué fármacos son los más usados en el país? ¿Cuántas muertes son causadas por falta de control o uso inadecuado de antihipertensivos?

Para responder a esas y otras preguntas se necesita un patrón de uso de fármacos antihipertensivos, pero en México no hay uno como en Europa, con un registro sistemático y completo de la prescripción, administración y cumplimiento de los diferentes medicamentos que se utilizan en el país.

Por ello, Adela Alba Leonel, de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO) de la UNAM, se dio a la tarea de desarrollar un primer estudio. “Patrones de uso de fármacos antihipertensivos en la Ciudad de México”, realizado como tesis doctoral, reveló que en el mercado hay 14 tipos de antihipertensivos, pero en el país sólo se utilizan cuatro de manera preferente.

Un patrón de uso indica qué tipo de fármaco se utiliza, a quién se prescribe (edad, sexo y patología) y las causas de indicaciones inadecuadas. Con esta información se pueden diseñar estrategias para evitar un uso irracional de medicamentos (polifarmacia, dosis incorrectas, indicaciones inadecuadas, uso excesivo de alguna vía de administración o recetas no acordes con las directrices clínicas), explicó la universitaria.

Contar con uno es prioritario, pues en nuestro territorio la población envejece (a mayor edad, más cifras de tensión arterial), y la hipertensión arterial es una de las patologías con mayor prevalencia e impacto en la mortalidad. No obstante, se desconoce cómo se recetan y usan los fármacos para combatirla.

Según la Organización Mundial de la Salud, más del 50 por ciento de las medicinas se recetan o venden en forma inadecuada, y aunque no hay estadísticas oficiales sobre automedicación, reportes indican que entre 11 y 17 por ciento de los ingresos hospitalarios son por consumo sin prescripción especializada.

El uso inadecuado de fármacos, agregó, tiene consecuencias sanitarias y económicas, pues podría aumentar la morbilidad y mortalidad, así como la prevalencia de reacciones adversas. Provoca también un derroche de recursos pagados por las instituciones de salud y el paciente.

Primer estudio

Según el estudio de Alba Leonel, en México los antihipertensivos más recetados en el primer nivel de atención son los IECA (63.78 por ciento de los pacientes), los betabloqueadores (26.5 por ciento), los diuréticos (19.8) y los ARA-II (15.8).

Son los más comunes por su eficacia y tolerabilidad del paciente, por la comorbilidad hipertensión arterial-diabetes mellitus, y porque protegen de eventos cardiovasculares en diabéticos mayores de 55 años.

Los IECA o inhibidores de la enzima convertidora de agiotensina son el captopril y el enalapril, que pueden producir como efectos indeseados resequedad de la boca, tos y pérdida del apetito. Los ARA II o antagonistas de receptores de agiotensina II, como losartán, candesartán y telmisartán, pueden causar mareos. Y los bloqueadores de los canales de calcio (por ejemplo, felodipina) pueden provocar palpitaciones, edema, constipación, dolor de cabeza y mareos.

En el estudio se encontró que de los pacientes bajo tratamiento antihipertensivo sólo el 39.1 porciento tenía la hipertensión controlada en un centro de salud; en consecuencia, más del 60 por ciento no tiene un control, lo que aumenta la probabilidad de presentar otras patologías, incluso de fallecer.

La universitaria mencionó que también hay diferencias en lo que se receta en consulta particular y en las instituciones públicas de salud. La prescripción puede estar relacionada con la formación profesional del médico, si éste asiste a cursos de educación continua y si se informa sobre nuevos fármacos, así como si tiene relación con la industria farmacéutica, e incluso por influencia del paciente: «tal fármaco me funciona mejor, y se lo prescribe».

En ocasiones hay un uso incorrecto, pues las personas no se adhieren al tratamiento farmacológico: lo suspenden porque se sienten mejor, se cansan de darle seguimiento, tienen un evento social o no hay el medicamento en las farmacias del sistema de salud.

Necesarios, patrones de uso para cada tipo de medicamento

En México, apuntó, deberían realizarse estudios científicos de patrones de uso para cada tipo de fármaco: analgésicos, antibióticos, antipiréticos… sobre todo para evitar riesgos como con la talidomida, prescrita para las náuseas en mujeres embarazadas, pero que causa malformaciones en los bebés.

Faltan también investigaciones sobre farmacoepidemiología y farmacovigilancia: «son vírgenes en el país». Hay pocos artículos sobre el uso y los efectos de los medicamentos en poblaciones humanas.

Para dimensionar la utilidad y el impacto de la farmacoepidemiología, Alba Leonel señaló que 51 por ciento de los medicamentos que se aprueban y están disponibles tienen efectos adversos serios no detectados al momento de su aprobación.

La universitaria desarrolló su investigación bajo la tutoría de Juan Arcadio Molina, de la Facultad de Medicina, con la cotutoría de Alfonso Carvajal, de la Universidad de Valladolid, España, así como con el apoyo de Óscar Ramos y Fernando Castillo, del centro de salud donde se realizó el estudio.

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