Lo primero que hizo el papa Francisco, elegido el 13 de marzo de 2013, fue desprenderse de oropeles. Calza sencillos zapatos negros y se aloja en la residencia Santa Marta, una dependencia del Vaticano, junto con obispos y sacerdotes y no en los fríos apartamentos del Palacio Apostólico.
Bergoglio, de 77 años, un jesuita con corazón franciscano, cumple un año de pontificado marcado por su sencillez y cercanía a la gente, así como por romper con los protocolos.
Su carácter impulsivo y sus improvisaciones han encandilado a propios y extraños.
Sus paseos por la plaza de San Pedro, en los que se detiene a saludar y besar a niños y enfermos le han traído la etiqueta de ser un papa «indisciplinado».
En octubre saludó y abrazó durante más de una hora uno a uno a todos los enfermos que abarrotaron el Aula Paolo VI y tuvo una caricia, una palabra o un beso para cada uno de ellos, la mayoría en silla de ruedas.
En enero el Pontífice nuevamente rompió el protocolo al reconocer a su amigo argentino, Fabián Báez, entre la multitud y lo invitó a pasear con él en su papamóvil por la Plaza de San Pedro.
La revista Time denominó a Francisco «el Papa del Pueblo», y resaltó su espontaneidad con los fieles y su disposición a la apertura en cuestiones como el celibato sacerdotal, el papel de las mujeres en la Iglesia o la homosexualidad.
Francisco es un papa moderno, tiene una cuenta de Twitter que ha obtenido el triple de ‘followers’ que tenía Benedicto XVI en su pontificado.
Y dice que el Internet es un «regalo de Dios» que facilita el diálogo, aunque advierte que el deseo obsesivo de permanecer conectado puede aislar a la gente de sus amistades y familiares.
No hay que olvidar que también Francisco ha decidido viajar sin privilegios con un pasaporte común y corriente. Tradicionalmente, los Papas solían viajar por lo general con sus pasaportes emitidos por el Vaticano, dejando de lado los documentos de sus países originarios.
Pero el Papa argentino tramitó su nuevo documento de identidad y su nuevo pasaporte argentinos para viajar por el mundo con la documentación que emplearía cualquiera de sus compatriotas.
Es el primer pontífice hincha confeso de fútbol. En agosto, recibió en el Vaticano a las selecciones de su país y de Italia.
En aquella ocasión les pido a los futbolistas que oren por él para que «en la cancha en la que me han puesto pueda jugar un partido honesto y con coraje por el bien de todos nosotros», expresó.
Es así como el papa Bergoglio ha creado fama, ha dicho que sueña con una Iglesia «pobre y para los pobres» y abierta al mundo, tanto, que animó a los religiosos a abrir los conventos vacíos para alojar a los refugiados.