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Yo no desperdicio comida, bueno…a veces

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Para el hijo de mi amiga fue realmente fácil desentenderse de comer al decir: ¡Ya no quiero, no me gusta! se paró de un brinco en el desayunador y corrió rumbo al jardín, abrazó una pelota que estaba ahí, la dejó caer al pasto, la pateó con la fuerza de un niño de cinco años y se fue tras ella gritando de júbilo; mi amiga me había invitado a conocer a su familia luego de casi siete de salir de la universidad y no saber nada de cada uno. Por lo del menor su esposo solo sonrió, era ingeniero, me invitó más café, ella se levantó, dijo algo así como los niños hacen lo que quieren, tomó el vaso de leche de su hijo casi lleno, su plato donde le sirvió verduras, carne y arroz y los metió al refrigerador donde miré que había otros tantos iguales y otra clase de alimentos que sin enfocarlos claramente, se notaba que eran rezagados y muy probable, ya incomibles. No la justifico, ella se dedicó a las ventas y viaja mucho. Por varias razones dudo que sea como mi abuela, una tradicional ama de casa que todo tiene bajo estricta disciplina.
Cuando me despedí, saqué mi lista de pendientes y pasé al supermercado a comprar algo de comida empaquetada y enlatada solo para completar la reserva en la alacena. Arribé al centro comercial por una amplia calle lateral que sirve de acceso principal a los camiones que llegan con mercancía, y en los patios de descarga miré en algunos contenedores de basura, hojas de lechuga amarillentas y resecas, en el suelo jitomates y pepinos aplastados, zanahorias deshidratadas con un intenso y peculiar color opaco, un par de papayas apachurradas, mangos con notorias manchas negras igual que un racimo de plátanos llenos de pecas, aguacates magullados y sandías totalmente abiertas como si hubieran implosionado y todos esos alimentos, decorados con un alegre enjambre de moscas.
No sabría decir si esos desperdicios eran de los camiones que transportaron esas mercancías desde quién sabe dónde o salieron del centro comercial. El punto es que ya no servían para consumo humano.
Mientras bajé de mi auto, se acercó una persona de la tercera edad y se ofreció amablemente a cuidarlo a cambio de unas monedas, pese a que ya había tomado yo el boleto de estacionamiento de una máquina electrónica que me permite salir gratis sino excedo los 15 minutos, algo prácticamente imposible con tanta gente que viene a comprar y genera inmensas filas en cada una de las cajas de cobro.
Entré por lo que necesitaba cruzando pasillos y dejando atrás un sinfín de anaqueles repletos de toda clase de artículos y objetos. Me formé luego en una caja rápida con mis modestos insumos mientras esperaba en la fila donde había delante de mí, hombres y mujeres acompañados o solos empujando sus carritos metálicos con toda clase de cosas en el interior. Miré las portadas de algunas revistas colocadas en sus estantes y en una de ellas destacaba: “Crisis alimentaria: habrá 9 mil millones de bocas en el 2050”.
Faltarán más de 30 años para que se haga realidad esa apocalíptica noticia pensé yo, pero aun así, eché una ojeada a mi alrededor nada más para darme una idea de un número que no dimensiono. A esa hora, en fin de semana, en un cálculo arbitrario… seríamos quizá más de mil 500 personas de todas las edades y sexos circulando en ese amplio almacén con un denominador común: Todos, todos, todos los ahí presentes, comíamos y todos, comprábamos simultáneamente algún alimento.
Quise imaginarme entonces hasta dónde subiría una torre en ese momento si en el estacionamiento amontonáramos la comida de nuestra propiedad. Cuánta de ella cumpliría con su función, para cuántas personas alcanzaría y cuánto de todo ese alimento terminaría en la basura en un par de horas o días desperdiciada, como la del refrigerador de mi amiga, la de su inocente hijo, la de los contenedores en el traspatio de este lugar.
Terminé comprando la revista y resultó que era muy escueta la información y mal sustentada, con más fotos que cifras y sin fuentes; sin embargo, me llamó la atención eso de la crisis alimentaria cuando en mi entorno inmediato yo estaba observando todo lo contrario. La comida se desperdicia a granel en nuestra propia vista. Sin reflexionar a fondo en ese momento y como justificándome, me autoevalué a la ligera formado aún en la fila ¡Yo no desperdicio comida! –me dije- …bueno, a veces –me autocorregí.
Esto no es un asunto menor, al investigar más a fondo, de inicio encontré que hay un sinfín de factores involucrados en el desperdicio de comida que alcanza hasta el efecto invernadero y tiene preocupados y ocupados, a los científicos. Por ejemplo: en un estudio realizado entre agosto de 2010 y enero de 2011 por el Instituto sueco de Alimentos y Biotecnología SIK a petición de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO y publicados en un documento titulado “Pérdidas y desperdicios de alimentos en el mundo” describe la serie de pérdidas que se producen a lo largo de toda la cadena alimentaria, evalúa su trascendencia y establece sus causas así como las posibles maneras de prevenirlas. Los resultados del estudio sugieren que alrededor de un tercio de la producción de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente 1 300 millones de toneladas al año. Esto significa obligatoriamente que cantidades enormes de los recursos destinados a la producción de alimentos se utilizan en vano, y que las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la producción de alimentos que se pierden o desperdician también son emisiones en vano.
En otro documento de la FAO titulado “Incremento en las Emisiones de Gases Invernadero: Indicadores de Presión Estado Respuesta” hace mención del gas Metano (CH4) el cual es liberado como producto secundario de la digestión de los animales criados con fines comerciales. Sí, caca y pedos de vaca, ovejas, cabras y gallinas. No es broma, aunque no son los únicos que lo producen; otras fuentes son los combustibles fósiles y los tiraderos al aire libre, pero en el caso de los animales, en su estómago ocurre este proceso natural de digestión causante de las emisiones y se conoce como fermentación entérica.
Las emisiones de metano provenientes de la ganadería constituyen ahora una fuente importante de metano atmosférico. Los animales domésticos son responsables actualmente por cerca del 15% anual. Estadísticas de 1992 en los EU indicaron una producción de 2.8 millones de toneladas métricas de metano provenientes de los desechos sólidos y 5.49 millones de toneladas métricas provenientes de fermentación entérica.
Volviendo específicamente al tema sobre el desperdicio de alimentos, en el caso de México, el miércoles 30 de abril de 2014, apareció publicado en el Diario Oficial el decreto en el que se aprueba el Programa Nacional México Sin Hambre 2014-2018, el cual tiene entre otros objetivos, garantizar el ejercicio efectivo de los derechos sociales para toda la población, con la finalidad de asegurar una alimentación y nutrición adecuada de los individuos en condición de extrema pobreza o con carencia alimentaria severa, y con ello lograr un México sin hambre y para ello, es la Secretaría de Desarrollo Social SEDESOL la encargada del programa y en un estudio realizado por el Grupo Técnico de Pérdidas y Mermas de Alimentos en México, dirigido por el doctor Genaro Aguilar Gutiérrez, Profesor-Investigador del Instituto Politécnico Nacional, Coordinador de la Red Latinoamericana para la Disminución de la Pérdida de Alimentos, organismo que colabora en conjunto con la FAO y consultor de SEDESOL enfocado en el programa de la Cruzada Nacional México sin Hambre, señala que más del 37% de los alimentos de origen animal y vegetal producidos en el país, se desperdician anualmente.
El doctor Genaro Aguilar Gutiérrez, dice también en el estudio realizado por el Grupo Técnico de Pérdidas y Mermas de Alimentos en México, que las principales causas por las cuales se tiran los alimentos en México, se pueden observar a lo largo de una cadena donde los eslabones comienzan con la comercialización, la industrialización, la distribución y el consumo y los factores que intervienen entre sí, son la falta de estándares de calidad, sistemas de carga, traslado y descarga inadecuados, transportes no refrigerados y exceso de carga, sobre estiba, empaques inadecuados, manejo operacional incorrecto, personal no capacitado, insumos y equipo incompatible, productos maltratados, madurez inadecuada y sobre madurez o mezcla de productos en buen estado con productos en mal estado, por mencionar algunos.
En México son más de 30 productos los que se desperdician, destacando la leche, el pescado, la carne de res, la carne de puerco, la de pollo, arroz, tortillas, jitomate, calabaza, cebolla, chile entre otros alimentos más de la canasta básica añadiéndole diversas frutas como guayaba, melón, piña uva, limón, papaya, naranja, más las que yo miré en la zona de descarga del supermercado.

Mirando los esfuerzos de diversos países en el mundo enfocados en tratar de proponer soluciones para el problema del desperdicio de los alimentos en el tiempo inmediato es tangible y preocupante, y no lo es menos el asunto de poder alimentar a 9 mil millones de seres humanos en el año 2050, sin embargo esto tiene otras probables formas de resolverse y una de ellas es la polémica de los alimentos genéticamente modificados, que aquí, es harina de otro costal.
Por lo pronto, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños CELAC, en enero de 2015 aprobó en Costa Rica el Plan de Acción de la CELAC para la Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre 2025, cuya elaboración fue solicitada por la Comunidad a la FAO, con la colaboración de la Asociación Latinoamericana de Integración ALADI y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL y acordaron una línea de acción en el plan para la seguridad alimentaria para reducir las Pérdidas y los Desperdicios de Alimentos PDA y está relacionada directamente con el Derecho a la Alimentación.
Para la implementación de esta línea de acción, se plantearon las siguientes medidas: Generar campañas de información y comunicación para la sensibilización a cada uno de los actores de la cadena alimentaria y los consumidores, con relación a mejores prácticas para evitar pérdidas y desperdicios, mejorando la claridad del etiquetado en cuanto la fecha y almacenamiento; la aplicación adecuada de buenas prácticas agrícolas y veterinarias en la fase primaria de producción y de buenas prácticas de fabricación e higiénicas en la elaboración de alimentos y cualquier otra práctica o acción que ayude a prevenir o revertir las PDA. Desarrollar y capacitar en procesos y estrategias de conservación de los productos de la cosecha, en particular de la agricultura a pequeña escala destinados al autoconsumo o para la venta; teniendo en consideración formas de uso y consumo no tradicionales de los productos.
Entonces ¿qué me toca hacer a mí, a mi amiga enseñarle a su hijo? Soy parte del problema y de la solución. Creo que para empezar, debo volver a hacerme la misma pregunta a mí mismo otra vez: ¿Yo desperdicio comida? Responderme con un poco de culpa y sinceridad: …sí, a veces.

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