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Investigan en la UNAM impactos en la salud de contaminantes emergentes en el agua

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En América Latina (México incluido) hay presencia de contaminantes emergentes en aguas subterráneas, como trazas de aspirina, ibuprofeno, diclofenaco y carbamazepina, cuyos efectos pueden ser nocivos para la salud, alertó Roeb García Arrazola, académico de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, quien impulsa tres líneas de investigación para abatir este problema.

Básicamente, el líquido se emplea en el riego de cultivos y regresa a nosotros en los alimentos. Estos vestigios de sustancias se introducen en el organismo y, por diferentes mecanismos, llegan al ADN, precisó.

A diferencia de lo planteado por el concepto tradicional de genética, se ha encontrado que el contaminante entra y lanza una cadena de señales y en este proceso se adhieren metilos que inhiben ciertos genes o expresan otros y generan un fenómeno llamado disrupción endócrina que, se sospecha, favorece padecimientos como la obesidad, la diabetes o el autismo, abundó.

Hay evidencia que asocia esto a patrones de agresividad en niños, pero muchos de esos estudios son realizados en ratas y estos roedores degradan las sustancias de manera diferente; por ello, muchas de estas inferencias, aunque relevantes, precisan ser validadas en bebés humanos, aclaró García Arrazola.

Estos contaminantes también se encuentran en drogas, desechos farmacéuticos, pesticidas y empaques. De hecho, algunos trabajos indican que 98 por ciento ingresa vía la ingesta, de ahí la importancia de profundizar en el tema, resaltó en conferencia de medios realizada en la Casa Universitaria del Libro.

Por ello, indicó el universitario, en la FQ se desarrollan tres líneas de investigación a fin de encontrar respuesta a las preguntas: qué son estas sustancias, cuál es su conexión con el humano, las formas de monitorearlas y qué grados de exposición representan una amenaza.

Las perspectivas en las que ahondamos son el diseño de alimentos libres de disrupción endócrina, el establecimiento de un análisis de riesgo de este fenómeno e ingeniería de materiales para remover y monitorear contaminantes, dijo.

“Trabajamos con ciertos empaques para la industria del enlatado, algunos directos al vacío; en metodologías para determinar la presencia de bisfenol A y ftalatos (compuestos), y en un bioensayo para diagnosticar si hay una afectación en el patrón de metilación”.

En materiales, puntualizó García Arrazola, también buscamos nanobiocompositos para degradar y eliminar este tipo de contaminantes.

Asimismo, en el rubro de análisis de riesgo ya se cuenta con una técnica validada para medir bisfenol A y “la hemos encontrado en frutos y vegetales, y se ha utilizado en productos comerciales”, agregó.

En procesos nos enfocamos en un recubrimiento alternativo libre de bisfenol A y en biomateriales se desarrolló un nanobiocomposito capaz de degradar estas sustancias emergentes, inclusive en comestibles, pero falta su estandarización, señaló.

Se trata de un tema social porque tiene que ver con lo que se consume. “Mientras más empacado sea el alimento, mayor el potencial de migración de un contaminante por parte del envoltorio por el mismo procesamiento”, concluyó.

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