“Nunca lo voy a superar así sean diez años, 20 años, yo nunca lo voy a superar. Es mucha tristeza la que carga mi alma”, asegura Carmen Castillo. El 27 de septiembre de 2011 el tiempo se detuvo. Ese día le entregaron los restos de su hija: Mónica Liliana Delgado. 18 años. Tez blanca. Once meses desaparecida. Asesinada en Ciudad Juárez, Chihuahua.
La vida de Castillo tenía casi un año en vilo. El 18 de octubre de 2010 su hija abordó un autobús hacia el centro de Ciudad Juárez. Esa fue la última pista que dio un vecino sobre su paradero. Horas más tarde, su teléfono móvil mandaba a buzón. Con cada hora de silencio, la angustia de Castillo crecía. “Me quería volver loca, me agarraba y me pegaba en la pared. Dejé de trabajar, cómo iba a tener ánimos de trabajar si lo único que quería era llorar. Ahí empezó mi calvario”, relata la madre con la voz echa jirones por la tristeza.
Un día antes del cumpleaños de Mónica, su madre recibió la llamada de las autoridades de Chihuahua: “Ya encontramos a su hija. Pero no como hubiéramos querido. La encontramos en el kilómetro 58, ahí encontramos sus restos”, le comunicaron a Castillo. Mónica fue enterrada como era su voluntad. Con la camiseta y la bandera del equipo de fútbol del Santos Laguna en su natal Gómez Palacio, Durango. Meses más tarde se condenaron a los presuntos responsables de la muerte de Mónica, quienes también habían asesinado a una docena de mujeres más entre 2009 y 2010. Las crónicas de diarios locales indican que las jovencitas fueron asesinadas a golpes en al arroyo El Navajo. Castillo ha leído una y otra vez esta información y aún no encuentra alivio.
A siete años de la tragedia esta madre acusa que existieron inconsistencias en el proceso de búsqueda y entrega del cuerpo de su hija. Nunca le mostraron la ropa con la que fue encontrada. La frustración se refleja en su voz ante la duda y la falta de recursos para realizar los estudios y verificar la autenticidad de los restos recibidos. “Yo ya no sé si sea o no sea mi hija, tantas cosas que hacen mal que ya no sé. ¿Qué hago? Yo nada más quiero que Dios la tenga en un paraíso porque ella se lo merece, ella era una buena muchacha”, dice.
Castillo asegura que su sufrimiento es colectivo porque los feminicidios a su alrededor siguen existiendo. El asesinato de una sobrina, la desaparición de la hija de una vecina, cada nueva historia revive sus propias cicatrices. “Ahora en las orillas (del Estado) las agarran. Tengo mucho miedo por mi nieta que tiene siete años, quiero que se detenga el tiempo y que no crezca”, asegura esta mujer de 57 años. Las autoridades locales, expertos y portavoces de las organizaciones civiles coinciden en que a pesar de las condenas de tribunales internacionales, de la creación de fiscalías especializadas, el feminicidio sigue presente en Ciudad Juárez, una ciudad fronteriza que desde 1993 documenta numerosos asesinatos por cuestiones de género.
Mujeres del hogar, madres de familia, jovencitas de 17 años, niñas asesinadas por sus padrastros, forman parte de las 28 carpetas de feminicidio registradas en lo que va del año ante la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del Delito por Razones de Género en Ciudad Juárez. Una cifra superior respecto a los 16 casos del 2016. Silvia Nanjera, vocera de esta fiscalía, atribuye este repunte a la existencia de bandas delictivas en las que se involucran a mujeres y a un incremento en la violencia doméstica. “Este año ha sido muy difícil, se han tenido muchos casos de violencia familiar y pues obviamente en algunos homicidios por la extrema violencia”, detalla.
Las cifras oficiales no empatan con los datos recabados en paralelo por las organizaciones civiles en la misma ciudad. De acuerdo con el monitoreo de la Red Mesa de Mujeres, de enero a noviembre de 2017, 76 mujeres han sido víctimas de feminicidio en Ciudad Juárez. Según sus registros al menos en 17 casos los homicidios fueron efectuados por las parejas sentimentales de las víctimas. Imelda Marrufo, coordinadora de esta organización, señala que la falta de dinero limita la procuración de justicia y alimenta la impunidad. “El Estado Mexicano creyó que con la creación de instituciones y la aprobación de algunas leyes era suficiente para prevenir y para abatir el feminicidio y esto fue un grave error”, indica. Una de las principales demandas de Red Mesa de Mujeres es que se fortalezca la Fiscalía Especializada en Delitos contra la Mujer, dotando a la entidad de más presupuesto y de más investigadores. Actualmente la Fiscalía funciona con 350 personas.
La base de datos del Colegio de la Frontera Norte tiene registro de 499 feminicidios en Ciudad Juárez de 1993 a 2007, mientras que de 2008 a la fecha se documentan cerca de 1.720 casos en este lugar. Julia Monárrez Fragoso, profesora e investigadora de este Colegio, denuncia que el que no se aplique la ley es una carta abierta para que se sigan cometiendo estos delitos. “Que digan que es una responsabilidad individual de las mujeres, que ellas se protejan y que además no den pie para que sean asesinadas, mientras esto no cambie, la violencia contra las mujeres va a estar aquí”, asevera.
Chihuahua ha sido un referente histórico en casos de feminicidio. Paradójicamente también ha sido el último Estado del país en establecer en su marco penal este delito. Apenas el pasado 12 de septiembre se aprobaron estos cambios en el Código Penal. Con la reforma se castiga con una pena de 30 a 60 años de prisión a quien mate a una mujer por razones de género. Una victoria legal y simbólica. No obstante, Monárrez Fragoso advierte de que este cambio jurídico implica otros desafíos: la formación de jueces, de fiscales, de forenses, de ministerios públicos y de policías con un enfoque de género.
Para los familiares de las víctimas de feminicidio el reconocimiento del delito es el primer paso para frenar el calvario por el que ellos están pasando. Su voz es su principal arma. “Yo hablo porque quiero que se haga justicia y que ya se acabe tanta violencia. ¿Por qué los hombres le tienen que hacer daño a las mujeres?”, reclama Carmen Castillo. Año con año ella y otras madres de la Red Mesa de Mujeres salen a las calles y participan en espacios públicos para exigir a las autoridades que castiguen el feminicidio. En lo privado, Castillo llega a su casa todos los días y observa el retrato que mandó hacer de su hija Mónica. Asegura que cada mosaico que da forma a ese rostro, es una caricia que le da a su hija, la más pequeña.
Información de El País
https://elpais.com/internacional/2017/11/22/mexico/1511307168_804661.html