En la actualidad, se calcula que más del 60 por ciento de la superficie terrestre del país, cubierta por diferentes ecosistemas naturales, ha sido afectada por actividades agropecuarias. Ante ello, un grupo de académicos e investigadores de diversos centros y facultades de la UNAM trabaja en la restauración de algunas áreas degradadas.
La conversión de esos entornos para el uso ganadero ha causado grandes problemas ecológicos y ambientales, que incluyen deforestación, emisión de gases de efecto invernadero, pérdida de biodiversidad, introducción de especies invasoras, desertificación y contaminación de ríos y otros cuerpos de agua. La población mexicana crece a una tasa cercana al uno por ciento al año y, en consecuencia, la demanda de carne y leche seguirá en aumento.
Miguel Martínez Ramos, del Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco), informó que la ganadería utiliza más de la mitad del territorio nacional, pero sólo aporta el 1.3 por ciento del Producto Interno Bruto.
La crianza de gran cantidad de reses ha convertido diversos ecosistemas naturales del país en praderas inducidas para su pastoreo. Por ello, bosques templados, tropicales húmedos y secos, manglares, matorrales áridos y pastizales naturales, ricos en biodiversidad y proveedores de importantes servicios ecosistémicos, han sido alterados, modificados o degradados.
Se trata de animales grandes que en su fase adulta, de 18 meses, pueden pesar entre 450 y mil kilogramos; lo logran con la ingesta de unos 70 kilogramos de diferentes pastos y hierbas por día.
En México, una persona consume anualmente, en promedio, 16 kilogramos de carne de res y 117 litros de leche, y si se considera que su población actual es de 112 millones de habitantes, es necesario criar millones de cabezas para satisfacer la demanda.
Tan sólo en 2008, se sacrificaron 2.3 millones de reses y se obtuvieron 1.5 millones de toneladas de carne; además, se generaron más de 10 mil millones de litros de leche. No obstante, esa producción es insuficiente para satisfacer la demanda y se requiere importar estos productos.
El responsable del Laboratorio de Ecología de Poblaciones y Comunidades Tropicales del CIEco, refirió que en ocasiones por el uso inadecuado del suelo, por la sobrepoblación de ganado en lugares pobres en nutrientes, por invasión de malezas,- porque los animales no tienen suficiente pasto para mantenerse-, o por cuestiones de migración, los terrenos suelen abandonarse.
Los árboles en la restauración
Martínez Ramos explicó que para la restauración se han estudiado diversas especies de árboles con capacidad para desarrollarse en suelos pobres o alterados, y que además tengan alguna utilidad para la población, como la obtención de madera o leña. Incluso, abundó, que sean importantes para atraer abejas, especie fundamental para el proceso de polinización. Se calcula que la tercera parte de los alimentos humanos son fecundados por insectos.
El investigador titular y secretario académico del Centro, reveló que los árboles producen frutos apetitosos para las aves, que a su vez, controlan plagas en todo el paisaje. “Tratamos de usar especies ecológicamente importantes por sus funciones, pero también útiles para la gente”.
Por ello, apuntó, se analiza que puedan desarrollarse en un campo alterado, abandonado, o plantarlos en las cercas vivas que usa la gente para delimitar sus terrenos. En lugar de colocar alambre o concreto, sería ideal levantar barreras con vegetación que, además, esté en peligro de desaparecer.
Hasta el momento, indicó, se cuenta con una lista de alrededor de 15 especies de árboles nativos con potencial para ser empleadas en el enriquecimiento de las praderas, sobre todo en la región de Las Margaritas, en los límites de Puebla y Veracruz.
En este trabajo, señaló, se desarrolló un proyecto de colaboración interdisciplinaria con la intervención de biólogos, economistas, sociólogos, veterinarios y químicos del CIEco, así como de las facultades de Medicina Veterinaria y Zootecnia, y de Química.
Ya se tienen diversos resultados que se reflejarán en trípticos o material de divulgación científica, y el equipo espera regresar a esa comunidad para impartir una plática sobre las especies factibles de ser utilizadas, y la importancia de la conservación.
Por ejemplo, resaltó, hay algunas de crecimiento rápido. El guarumo o Cecropia obtusifolia es común en Los Tuxtlas y en las zonas tropicales de México; se desarrolla en 10 ó 15 años y alcanza tallas de 20 ó 30 metros. Produce una cantidad importante de frutos, atractivos para el 40 especies de mamíferos diferentes, y también para aves. Crece rápido, no compite demasiado con el pasto porque tiene una copa muy abierta y deja pasar mucha luz.
Hay otras especies de la familia de las leguminosas que se asocian con bacterias que pueden fijar el nitrógeno de la atmósfera. Existe una relación simbiótica, los microorganismos hacen esa tarea, la planta les provee de ciertos nutrimentos y viven en forma de nódulos que se forman en las raíces de éstos. También producen flores que atraen abejas que pueden funcionar como polinizadores.
Segunda fase
En la actualidad, comentó, está por iniciar la segunda fase de la estrategia, que consiste en desarrollar métodos para la producción de plantas a partir de semillas obtenidas de poblaciones naturales, así como en el diseño de sistemas experimentales que serán usados para enriquecer las praderas ganaderas con especies nativas seleccionadas.
Posteriormente, se pretende abordar los experimentos de restauración de las praderas degradadas y evaluar la viabilidad socio-económica de paisajes ganaderos con diferentes balances entre la producción y la conservación. “De funcionar, debería probarse en otros entornos tropicales, templados y áridos para evaluar su generalidad y aplicabilidad”, concluyó.